No es una exageración decir que sin datos, la economía digital tal como la conocemos no existiría. En la economía digital, la ‘inteligencia digital’, construida a través de datos, impulsa los sistemas económicos, actividades y procesos, y reordena las relaciones y organizaciones económicas.
A menudo se alude a los datos como el nuevo petróleo. Pero a diferencia del petróleo, los datos no se producen de forma natural, sino que se apropian. Para apropiarse de los datos, deben ser valiosos. El valor derivado de la datificación puede ser monetario, social e institucionalizado. Este valor no solo es potencialmente recurrente, sino que también pueden surgir nuevas formas de valor que no existían antes a través del capital de datos.
Por ejemplo, cuando nos relacionamos en plataformas de contenido como Facebook, Instagram o TikTok, nuestra vida cotidiana se convierte casi “naturalmente” en una corriente de datos que genera información valiosa, como la línea de tiempo de Facebook. Cuando un reloj inteligente rastrea nuestras actividades físicas y movimientos para generar información personalizada sobre nuestro estado físico y bienestar, la plataforma en la nube subyacente también recopila un conjunto más amplio de datos de ubicación y demográficos de todos sus usuarios, lo que resulta de interés y valor para las empresas de atención médica, seguros, etc.
Cuando nuestras actividades económicas (compra de bienes y servicios, transacciones financieras) son mediadas por plataformas de comercio digital, estas pueden obtener inteligencia poderosa y útil para cada segmento del proceso de la cadena de valor. Consideremos el caso de la plataforma minorista china Shein, que puede predecir la demanda del consumidor y pasar del diseño a la producción y entrega global en cuestión de días mediante el seguimiento del compromiso del usuario con las listas de productos (para existencias que no existen).
Así, a medida que todas nuestras relaciones sociales y transacciones económicas se transforman en una estructura digitalizada, nuestras actividades cotidianas y la vida misma también se configuran y alteran a través de la mediación de los datos en un ciclo de retroalimentación. A través de este proceso de apropiación y reapropiación, los datos no solo adquieren valor, sino que también se privatizan y encierran dentro de sistemas propietarios y flujos algorítmicos.
Algunos académicos han argumentado que la datificación de la vida social indica un movimiento hacia una “colonización de la vida”. Se puede decir que el colonialismo de datos ha allanado el camino para una nueva etapa del capitalismo: la capitalización de la vida sin límites. Otros han señalado las estructuras de búsqueda de rentas que el control y la monetización de datos ayudan a habilitar a través de un proceso de ‘capitalización de activos’.
Un ejemplo de esto es cómo todo, desde automóviles hasta teléfonos inteligentes, televisores y otros objetos cotidianos, puede ser controlado centralmente por una variedad de ‘interruptores de muerte’ digitales y algorítmicos, que pueden activarse por incumplimiento de los términos y condiciones codificados de la plataforma.
Podemos deducir al estudiar la cadena de valor de la industria digital que los datos individuales no tienen valor. Solo cuando se agregan los datos adquieren un valor relativo. Además, el almacenamiento de datos tiene un valor estratégico más que económico. En otras palabras, es crucial para el almacenamiento de datos que la información esté conectada, alojada en una infraestructura ideal, use poca energía y esté ubicada en un lugar donde los gobiernos no interfieran. Esto es lo que realmente permite al sector desarrollar y consolidar todos los datos para ofrecer sus servicios de inteligencia.
El empaquetado y comercialización de la industria digital se centra en el hardware y el software necesarios para utilizar y almacenar la información generada por algoritmos y su procesamiento. Esto es valioso y significativo, ya que es una industria que genera una cantidad creciente de empleos en el mercado laboral global, así como grandes cantidades de beneficios a nivel mundial.
Así, podemos ver que el valor en términos económicos se genera donde hay una mayor concentración de trabajo humano, y ese trabajo humano es capturado y subsumido por un pequeño número de países a través de la propiedad intelectual.
Gráfico 3.2a La proporción de tareas laborales en línea realizadas en el desarrollo de software y trabajos tecnológicos ha aumentado de 2018 a 2020.
Notes
Interview with Paul Roland, Clean Clothes Campaign. (Forthcoming). State of Big Tech:Dismantling Digital Enclosures. IT for Change. ↩︎
Couldry, N., & Mejias, U. A. (2019). Data colonialism: Rethinking big data’s relation to the contemporary subject. Television & New Media, 20(4), 336-349. ↩︎
Birch, K., & Muniesa, F. (Eds.). (2020). Assetization: turning things into assets in technoscientific capitalism. MIT Press. ↩︎
Perzanowski, A., & Schultz, J. (2016). The end of ownership: Personal property in the digital economy. MIT Press. ↩︎
Scasserra, S., & Foronda, A. (2021). Banking on data How the world’s tax havens became the data centres for the digital economy. Policy. Available at: https://www.tni.org/files/publication-downloads/banking_on_data_-tni-_web_final.pdf ↩︎

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